viernes, 14 de diciembre de 2012

Cronica del maratón de Valencia 2012



Hace ya unas semanas me enfrenté a la prueba más dura que había disputado en el año y medio que llevo entrenando como triatleta, el Maratón Divina Pastora de Valencia, lugar y prueba que recomiendo si os animáis a esta bonita aventura.Era mi primera maratón.

Os cuento que siendo sincero, no estoy contento con el resultado que he obtenido en la carrera, y este hecho me ha generado ciertas contradicciones que con el paso de las horas empiezo a comprender. El principal motivo de mi descontento es la enorme diferencia entre mis expectativas y el resultado obtenido. Si, ya lo sé. Era mi primera Maratón, y el hecho de haberla completado en 3 horas y 24 minutos no es ni mucho menos algo despreciable a mis treinta y cinco años, y llevando un año y medio practicando deporte de forma seria, pero qué le voy a hacer. Al fin y al cabo así es como soy yo. Mis expectativas (bastante infladas dadas las circunstancias) estaban cerca de las tres horas. Incluso me atrevo a afirmar que albergaba cierta esperanza de rebajar mínimamente la mítica marca. Me basaba en lo que había leído tomando como referencia mi mejor marca en la media maratón , que este año ha sido de 1 hora y 24 minutos, y en la que no recuerdo haber sufrido demasiado para ser sincero.

Pero aunque se diga a veces que en el deporte puede pasar cualquier cosa (Haile Gebrselassie), hay ciertas leyes que en esto son casi matemáticas, y una de ellas es que un gran resultado es siempre fruto de una suma de factores; entrenamiento, descanso, alimentación, estrategia correcta y la ausencia de enfermedad o lesión, esto es, la salud. (seguro que me olvido de alguno).

En mi caso, el motivo de mi insatisfacción ha sido omitir estos factores e ignorarlos a la hora de trazar un objetivo realista, cosa que he aprendido, resulta peligroso en la prueba reina. Al menos imaginar que sin todos estos factores a un nivel óptimo no se puede aspirar a las míticas tres horas. Y es que el pasado 3 de octubre sufrí un mi primer esguince de tobillo. Un grado uno tirando a dos mientras preparaba lo que iba a ser mi primera prueba de distancia medio Ironman. Tras el accidente estuve cerca de 10 días sin correr y con sesiones muy dolorosas de fisioterapia, aunque estuve nadando y haciendo rodillo en la medida de lo posible. Así que hasta mediados de octubre no tuve ocasión de comenzar a correr, y de ahí en adelante progresivamente. Lo cierto es que tan solo he tenido un mes para asimilar las cargas necesarias para los 42.195 metros.

Este hecho, junto a que no fue posible hacer la carga máxima de volumen tres semanas antes de la maratón sino dos semanas antes, creo que han sido los motivos más importantes para explicar mi resultado en la prueba.

El sábado víspera de la carrera, tras una semana de descanso con tan solo un par de sesiones y una buena carga de hidratos, la mejor acompañante y asistente de atletas del mundo y yo salimos hacia Valencia. Una vez allí y siendo medio día dejamos las maletas en el hotel y nos fuimos a una pizzería, donde tomamos una ensalada y un plato de pasta que parecía que no llegaba nunca. Luego nos fuimos al Oceanográfico y dimos una pequeña vuelta por allí, aunque sin cansarnos demasiado porque a las 22:00 horas tocaba dormir. Durante toda la tarde me sentí algo hinchado, imagino que por la carga de hidratos de los días anteriores. No soy partidario de comer más en estos días, y de hecho no lo hice. 

Imagino que estas sensaciones se debieron al cambio en los hábitos alimenticios ya que me gusta ser estricto con lo que como. Como siempre, Inma estaba allí y sus palabras me tranquilizaron. Hablamos de las sensaciones y los nervios de antes de las carreras y le comenté que éstos te evitan disfrutar de lo que vas a vivir. Me dijo que los nervios son el sabio mecanismo por el que tu cuerpo y tu mente se preparan para lo que viene, y que los aceptase como buenos. Ya os he dicho que es la mejor asistente de atletas del mundo, a la par que una psicóloga de primera categoría.

Antes de dormir me tomé un pequeño sándwich de pechuga de pavo con tomate rallado y un yogurt líquido. Y después de los nervios propios del día antes de la carrera, esa noche por suerte dormí como un niño.
A la mañana siguiente me desperté a las seis de la mañana sintiéndome descansado, y bajé a la cafetería del hotel. Tomé un café solo, un zumo de melocotón y un par de tostadas de mantequilla con miel. Sentía que no necesitaba más y creo que no me equivoqué. Inma se tomó unos huevos revueltos, dos salchichas Frankfurt, tostadas, un zumo, un café con leche y birló del buffet para luego un bizcochito y una manzana… sin comentarios.

Tras descansar un poco más, a las 8:00 salimos caminando hacia la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia, lugar de salida y llegada de la prueba que estaba a un km del hotel. No estaba muy nervioso, cosa que agradecí. Y tras calentar un poco me fui al box de salida y me coloqué según el tiempo que había elegido cuando hace tres meses me inscribí; curiosamente atletas entre 3 horas 15 minutos y 3 horas 30 minutos. (Otra cosa era lo que tenía en la cabeza). Antes de darse la salida vi a dos amigos triatletas que estaban en la zona de 3 horas y me dijeron que me fuese con ellos a correrla, pero les dije que no, que estaba bien allí y les deseé suerte. En realidad no les fui sincero, como os he dicho albergaba esperanzas de sorpresa, pero no quería sentir presión y prefería correr solo. Menos mal que no accedí, ellos sí hicieron tres horas, me hubieran reventado.

Al poco se dio la salida y puse en marcha mi estrategia inicial de comenzar a correr a 4:30 y observar sensaciones. Me sentía bien, la carga de hidratos y la supercompensación hacían que me sintiese fuerte, lo que me llevó a pensar que podría aguantar un ritmo de 4:20 min/km, motivo por el cual y casi sin notarlo apreté un poco. Los primeros 15.000 cayeron fáciles, y al paso por la media maratón miré mi reloj y vi que llevaba una hora y 34 minutos. Me sentía bien, de hecho no había forzado mucho la máquina. Pensé que apretando los dientes podría estar cerca de las 3 horas y diez minutos. Qué ingenuo, ahora sé que sobre la serpiente de 42 kilómetros no se puede pensar así. Ahora lo veo claro, entonces no lo ví.

Sin embargo, al llegar al km 30 empecé a sentir que algo empezaba a no ir bien. Recordé las palabras de mi experimentado amigo Jesualdo; “Ramiro, cuando lleves 30 te quedarán 12” y resultó que el famoso muro con el que sabía que me encontraría se presentó mucho antes de lo esperado, y mi ritmo fue cayendo hasta los 5:00 min/km pese a mis esfuerzos, ritmo que se fue debilitando, y cinco kms mas tarde ya estaba en unos 5:40 min/km.

A siete kilómetros de la línea oí a la gente del público decir; “mira, estos son los de las 3 horas y cuarto”, eso significaba que llevaba detrás el globo de dicho tiempo, el cual me pasó como un rayo.
Supe que tenía dificultades y que llegar sería muy duro. Entonces me hice una promesa muy de las mias: “PROHIBIDO CAMINAR, PROHIBIDO PARAR”. Solo eso. Cara promesa dadas las circunstancias que me costó cumplir.

Al paso por el km 37 ya no podía con mi alma. Recuerdo que pensaba: ”Ramiro, es un 5.000” tú has corrido esto en menos de 18 minutos, pero por otro lado pensaba 5 x 6 =30 !!!, así que me resignaba e intentaba distraerme pero solo me venían cosas negativas a la cabeza. Curiosamente el peor momento de todos en esta parte tan agónica fue el cartel del Km 40. Y otra vez lo mismo; Ramiro, haces series de dos kms toda las semanas en menos de 7 minutos! Y luego pensaba 2 x 6 =12!!! (malditas multiplicaciones).
Curiosamente los corredores se paraban o se ponía a caminar más en este momento, a falta de tan poco!. Gente que había alcanzado su límite, gente a la que yo animaba a no parar a su paso sentía su dolor, vivía lo mismo que ellos.

Al final, sobre la asombrosa alfombra azul de la recta final y en ese lugar tan espectacular se me saltaron las lágrimas cuando me faltaban unos quinientos metros. Fue un mejunje de sentimientos y dolor que no eran exactamente lo que yo esperaba sentir. Como dije al principio “soy como soy”. Y crucé la meta destrozado física, anímica y mentalmente. En ese momento no sentí alegría como he sentido a la llegada en otras pruebas que he disputado, como la de aquella media maratón pasada.

Olvidé contar que soy triatleta. Que preparo el Ironman de Lanzarote de mayo de 2013, y que en esos últimos kilómetros pensé en dejarlo todo, dejar de entrenar, retomar mi vieja afición por la guitarra. Pensé que no sería capaz de afrontar este sufrimiento tras 4 kms nadando y 180 kms de bici por puertos de montaña y con viento.

Solo han pasado 48 horas y sé que me equivoqué al pensar aquellas cosas, porque si algo tengo claro es que no hay nada que motive mas a un atleta que el fracaso. Que lo que me mueve es la ilusión por superarme y alcanzar mis sueños. Sueños aparentemente inalcanzables. Porque soy especial, tanto como las ocho mil personas que hoy estamos al otro lado del muro que nos saltamos este domingo en Valencia.

2 comentarios:

  1. "huevos revueltos, dos salchichas Frankfurt, tostadas, un zumo, un café con leche... un bizcochito y una manzana..."
    Las maratones me dan hambre sabe'... :P

    "...lo que me mueve es la ilusión por superarme y alcanzar mis sueños". Si ya lo decía Aristóteles, que sólo hay una fuerza motriz: el deseo.

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  2. por cierto, soy Inma, como no tengo blog te he tenido que usurpar la identidad... :P

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